En la vida cotidiana y la modernidad digital muchas personas experimentan lo que en psicología se conoce como vacío existencial: la hiperconectividad, la pérdida de intimidad y la sobrecarga de ofertas digitales con todo tipo de productos que aunque lo tengas ya en tu casa lo quieres igual.
Liz Aguiar Psicóloga clínica menciona que esta sensación de falta de propósito, de no encontrar motivación o de sentir que “algo falta” aunque, aparentemente, no haya un motivo externo concreto. frente a este malestar interno, una de las respuestas más comunes es recurrir al consumismo como forma de escape.
¿Estamos frente a una anestesia emocional?
Aguiar explica que este tipo de comportamiento como comprar puede convertirse en una manera de calmar temporalmente la ansiedad, el aburrimiento o la soledad.
Desde la psicología, este comportamiento se entiende como un mecanismo de compensación donde la persona intenta cubrir un déficit emocional con objetos materiales.
El problema es que la compra produce un alivio breve, una especie de “subidón” similar al que generan ciertas sustancias químicas en el cerebro (como la dopamina). Sin embargo, una vez que el efecto desaparece, la sensación de vacío vuelve, a veces incluso más fuerte, porque nos damos cuenta de que aquello que adquirimos no resolvió lo que realmente nos preocupaba.
Redes sociales y refuerzo constante
Hoy más que nunca las redes sociales funcionan como un disparador poderoso. Nos exponen constantemente a mensajes que prometen soluciones rápidas: productos para moldear el cuerpo, accesorios para vernos diferentes o aparatos que aseguran cambiar nuestra vida. Esto genera en el cerebro un fenómeno conocido como refuerzo intermitente, donde la expectativa de encontrar algo “mejor” o “más novedoso” nos impulsa a seguir buscando y consumiendo.
La comparación social también juega un rol importante. Ver a otras personas mostrar lo que compran activa en nosotros la necesidad de sentirnos incluidos o a la altura, lo que alimenta la rueda del consumo sin fin.
El intento de llenar vacíos emocionales con objetos genera varias consecuencias:
- En lo psicológico: frustración, sentimientos de insatisfacción crónica, culpa y, en algunos casos, síntomas de ansiedad o depresión.
- En lo económico: desequilibrio financiero, deudas y dificultades para priorizar lo realmente importante.
- En lo social: tensión en las relaciones familiares o de pareja, cuando el consumo excesivo se convierte en un tema de conflicto.
¿Cómo detener ese vacío existencial y tener un propósito Lic. Aguiar?
1. Detenerse y preguntarse “¿qué estoy sintiendo realmente antes de comprar?”. Identificar la emoción es el primer paso para gestionarla.
2. Invertir tiempo en actividades que generen bienestar real, como el arte, el deporte, la lectura o el contacto con la naturaleza.
3. Entrenar la mente para valorar lo que ya se tiene ayuda a disminuir la compulsión por acumular cosas.
4. Técnicas como la respiración consciente o la postergación de la compra por 24 horas ayudan a reducir la impulsividad.
5. Buscar apoyo profesional en casos más intensos, la psicoterapia ofrece un espacio para explorar el vacío existencial y construir un sentido de vida más sólido.
Desde la psicología entendemos que lo que da verdadero sentido al ser humano no son los objetos, sino los vínculos, los proyectos personales y la capacidad de conectar con nosotros mismos.
Aprender a reconocer que el vacío existencial no se llena con compras es el primer paso hacia una vida más equilibrada, con bienestar emocional y estabilidad económica.

