

Durante décadas, la cirugía fue considerada un territorio masculino. La figura del cirujano con autoridad, temple y precisión parecía reservada a los hombres. Pero el tiempo cambió, y con él, las mujeres comenzaron a ocupar el lugar que siempre les perteneció: también el quirófano.
Hoy hablamos con la Dra. Milena Ayala, cirujana general del Hospital Ingavi del IPS, quien nos abre las puertas de su historia y nos permite conocer de cerca lo que significa abrirse camino —literal y simbólicamente— en uno de los campos más exigentes de la medicina.
“Una de las decisiones más difíciles de mi carrera fue optar por la cirugía, sobre todo porque siempre sentí que el quirófano era un lugar asociado a decisiones de hombres. Pero después de todo lo que viví, entendí que la cirugía no entiende de géneros: exige sacrificio, entrega y valentía. Hoy puedo decir con certeza que fue la mejor decisión que tomé. Cada paciente que sale bien, cada cirugía que termina con éxito, es mi forma de responderle al mundo que sí se puede”, afirma con seguridad.
Su vocación nació temprano, impulsada por un deseo profundo de ayudar y una fascinación por el cuerpo humano. Pero el camino no fue fácil. En más de una ocasión escuchó frases como: “¿Estás segura de que vas a aguantar?”, “Los quirófanos no son para mujeres”, o “Sos demasiado joven para ser cirujana”. Hoy no solo demuestra que eso no es cierto, sino que inspira a otras jóvenes a soñar en grande.
La Dra. Ayala forma parte de una nueva generación de profesionales que rompen estereotipos desde adentro. Con empatía, precisión y liderazgo, demuestra que el talento no tiene género.
“Ser cirujana es entregar cuerpo y alma al servicio del otro. Somos muchas las mujeres que, con disciplina y pasión, estamos transformando la cirugía desde adentro”, agrega.
En un país donde aún hay techos de cristal por romper, su testimonio es una invitación a creer, avanzar y construir una medicina más inclusiva, donde el bisturí no distingue género, pero sí compromiso, preparación y entrega.

